No se me ocurre otra imagen para ilustrar mi estado de ánimo estos últimos días.
Observo lo que pasa a mi alrededor más o menos cercano (a veces en mi ciudad, a veces en Alaska, a veces en ese Coventry virtual que constituye el Servicio (¡ja!) de Atención (¡JA!) al Cliente (¡JAAA, JAAA! Es que me parto, Vds. disculparán...) de la única compañía telefónica no esdrújula de este país. Lo observo, digo, y no salgo de mi asombro.
En general.
No salgo.
En general. Porque cuando salgo no hay quien detenga mi furia. Y me encano. Y le suelto el mítin a quien haya cometido la imprudencia de ser la gota que supera mi tensión superficial. Y mis pensamientos, ideas, palabras en suma, se vierten, fluyen, desbordan en torrente o caen en chaparrón sobre el incauto.
Impreco a la tele. Predico en el trabajo. Refunfuño en el coche. No puedo más.
No sé en qué momento se declaró oficialmente imbéciles a los adultos en este país, pero barrunto que fué en algún momento entre GH y GH2.
Voy más allá: Puesta a sospechar, sospecho que en el 98 lo único que hicieron fué cerciorarse del éxito obtenido por la conjura contra la inteligencia que empezó por convertir en memos irredentos a los que, por inconsciencia, abulia u omisión, no apagaron la tele para siempre diez años antes; aquel sábado funesto de finales de invierno en el que, en lugar de la Bruja Avería, nos dimos de bruces con la Díaz Aroca.
Como cambiar a Rosa Luxemburgo por Rosa Díez. Ni Faemino y Cansado pudieron salvarlos.
En el 88 se demostró que nos tragábamos lo que nos echasen. En el 98, que nos creíamos lo que nos dijesen. En el 2008 se hace más que evidente que, cual Hannibal Lecter, pueden sacarnos el cerebro a pedacitos, achicharrarlo y dárnoslo a comer. Si lo firma El Bulli, lo engulliremos con delectación.
Todo son rimémbers, rivaivals, revisiones y recapitulaciones. En todos los sentidos.
No contentos con decir cómo tenemos que vivir, ahora nos van a decir cómo hemos vivido.
Y cuela, ¿eh?, cuela. La gente cree sin reservas que el siglo XX español se divide en tres etapas: La Señora, Amar en Tiempos Revueltos y Cuéntame.
Pues no, señores, no.
Y yo que quería hablar de la Ley de la Memoria Histórica, de la Palin y de Ulrike Meinhof. Se me ha ido la entrada en divagar.
Den gracias.
Cuando, preocupada por llevar un año airada por la estulticia y la indolencia imperantes en todos los ámbitos públicos y buena parte de los particulares, lo comente con uno de mis referentes ideológicos, me contestó: "No te preocupes. La cólera es privilegio de los dioses. Lo malo es agachar la cerviz y remugar cuando el amo no mira".
¡Dejen de apretujar la gorra entre las manos mientras se dejan manipular! ¡Sean hombres y mujeres! ¡Dignidad!
Portazo. Y adiós.